martes, 4 de enero de 2011

Te observo desde lejos, desde el silencio que ofrece la pantalla, tratando de no actuar, de no sobreponerme a mi propio ejercicio de silencio para no interferir.

Te veo ansiar cometas que querría ofrecerte, vislumbro cada paso que das en pos de nada, el recuerdo insondable de un futuro que anhelas, sin quererlo si quiera, pero que mi otro yo, el que mira callado, estaría encantado de ofrecerte en bandeja, no importa el material, aunque mi yo silente no acierte a decidirse.

Voy y vengo a través de un mar indiferente, navego de tu ausencia hasta mi orilla ausente, esperando observar un resquicio de luz que salga de tu faro para llegar a mí.

Pero sólo trasmites señales inconclusas tratando de salvarte, destellos incoherentes, un camino marcado por un ir y venir hacia quién sabe dónde. Desde quién sabe quién.

Recuerdo a Benedetti y cruzo en la distancia dedos imaginarios para que no tropieces y caigas sin remedio en esa salvación que andas buscando. Porque tú no. No tú. La vida ya es ingrata para que tú te salves.

Pero no digo nada.

Sólo sigo observando...

No hay comentarios:

Publicar un comentario