viernes, 18 de mayo de 2012

Cosas que nunca tendré


Renuncié a sentir. Renuncié a dejar la estación desde la que veo pasar los trenes. Renuncié al primer amor, a la inocencia y la entrega sin medida. Renuncié a conformarme. Renuncié a no pensar. Renuncié a que mi rostro continuara viajando,  la mirada perdida a través del cristal, imaginando otros mundos posibles más allá de mi propio destino. Renuncié a esos viajes de ida y vuelta, desde hoy hasta el pasado, y del ayer hasta hoy. Renuncié a la voz del revisor indicándome que tenía que apearme. Renuncié a los billetes con principio y con fin. Renuncié a renunciar. 

Y aún así continúo viviendo en mi estación, y ni siquiera agito ya el pañuelo cuando parten los trenes. Hoy sé que hay tantas cosas que ya nunca tendré que siento que he creado en este banco una suerte cárcel escogida. La cárcel de quien cree, aún y todavía, que un día, alguna tarde, al escuchar un tren y su silbato, reconocerá entre sus pasajeros que ha llegado la vida.

2 comentarios:

  1. qué preciosidad, espero que esa cárcel elegida tenga barrotes anchos, y que después de tanta renuncia llegue el momento de aceptar las nuevas esperanzas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es precisamente por la inmensidad de esas esperanzas por las que se renuncia a todo lo menor, así que los barrotes siempre estarán abiertos para su llegada.
      Mil gracias!

      Eliminar