
Como almas en pena,
movidos por el sueño de lo que nunca fuimos,
sin ser al fin capaces de alzar los pies del suelo,
atados a un reloj…
La vida
no debería ser esto, te repites.
Pero la realidad se agolpa impenetrable
en los ojos cansados
que en el vagón devuelven a tu mirada inerte
reflejos de caminos paralelos.
Yo no,
no a mí,
yo sé que a mí la vida
me guarda otro destino…
Mentiras como salmos que todas las mañanas
acompañan tus huesos al pie de la oficina…
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