martes, 25 de enero de 2011

“Imaginar los sitios posibles donde estabas, (…)
saber que nos mirábamos antes de conocernos,
son capítulos largos de mi vida”
Luís García Montero


No debí abrir tu puerta. Creo que la forcé,
puede que demasiado.

Sabía que estaría abierta para mí.
Sabía que, si llamaba,
como llamé en silencio,
te harías realidad bajo su marco.

Desde el primer contacto que tuve con tus letras
tenía la certeza de aparecer un día
perdida entre tus líneas.

Era cuestión de tiempo.

El problema es que ahora
que pretendo cerrarla,
no doy con el camino de regreso…

martes, 11 de enero de 2011

Distancia

Nada tienen que ver los cuerpos, su ubicación, o el espacio que ocupen sus formas en la sala.
Puedo estar a tu lado y que no me percibas. Puedo estar a kilómetros de ti y encontrarme pegada a tu costado.

La física, al final, no importa en estos casos.

Ahora estoy sin estar, por ejemplo, aunque algunos me vean. Mi mente no está aquí, aunque intento atraerla por momentos para que mi ausencia no resulte evidente ante sus ojos, para no provocar un accidente mientras cruzo la calle, no mostrar cómo no les reflejo si me miran de frente, no descubrirme ante ellos como un cuerpo sin vida, que es lo que soy ahora, porque no vivo aquí, sino que habito en algún otro lado, un poco más allá de esta miseria.

Si te cruzas conmigo no tengas por seguro que podrás encontrarme. Si no me ves, no creas, que me mantienes lejos. A veces, este estar sin estar, es parte de la esencia de mantenernos vivos.

Pues si lo piensas bien no existe mayor dicha, algunas veces, que la de ver el rastro de unos pasos, sin poder alcanzar a oír ni una pisada...

martes, 4 de enero de 2011

Te observo desde lejos, desde el silencio que ofrece la pantalla, tratando de no actuar, de no sobreponerme a mi propio ejercicio de silencio para no interferir.

Te veo ansiar cometas que querría ofrecerte, vislumbro cada paso que das en pos de nada, el recuerdo insondable de un futuro que anhelas, sin quererlo si quiera, pero que mi otro yo, el que mira callado, estaría encantado de ofrecerte en bandeja, no importa el material, aunque mi yo silente no acierte a decidirse.

Voy y vengo a través de un mar indiferente, navego de tu ausencia hasta mi orilla ausente, esperando observar un resquicio de luz que salga de tu faro para llegar a mí.

Pero sólo trasmites señales inconclusas tratando de salvarte, destellos incoherentes, un camino marcado por un ir y venir hacia quién sabe dónde. Desde quién sabe quién.

Recuerdo a Benedetti y cruzo en la distancia dedos imaginarios para que no tropieces y caigas sin remedio en esa salvación que andas buscando. Porque tú no. No tú. La vida ya es ingrata para que tú te salves.

Pero no digo nada.

Sólo sigo observando...