lunes, 22 de noviembre de 2010

Voy construyendo un mundo a cada paso.


Voy poniendo las piedras
de lo que será un día,
engendrando imposibles, quizás,
forjando polvo,
pero creando al fin un universo
que será para mí, si sé guardarlo.


Puede que mis pisadas no lleven a buen puerto,
puede que me equivoque, otra vez,
que me derrumbe
en otro atardecer, cuando las sombras
vengan a visitar mis estructuras,
pero volveré a alzarme con el día,
limpiaré las migajas del pasado perdido,
y seguiré mi viaje.

Porque nada me queda en esta vida
más que la inmensidad

y la esperanza.

Saber de soledad es encontrarse

un sábado en la noche perdido en otro cuerpo
y solo desear volver al tuyo.

Más allá de la calma que da el conocimiento...

de saber que las cosas, no sólo lo tangible,
sino todas las cosas que un buen día sentimos,
la soledad, el llanto, el vacío del alma,
el frío desolado que dejan las verdades,
la pérdida, la espera,
el miedo y el quebranto,
y también la alegría,

decía,

más allá de saberlos y de sabernos tiempo,
verdad cronometrada,
polvo sobre la tierra que seguirá girando
cuando hayamos pasado y muera el sentimiento
que hoy nos acompaña,
cuando todo se vuelva nuevamente distinto,
y dé a luz la mañana otra mañana nueva,
lejana a esta mañana cargada de resacas
y recuerdos de ayer,
más allá de esa calma que aporta lo caduco,
el saberlo caduco,
me agota el desconsuelo de no ser más que tiempo,
de no ser más que hoy, tal como soy hoy mismo.

Mañana seré otro con otras realidades,
olvidaré la pena y el frío que me obligan
a escribir estas líneas. Mataré el sentimiento
que hoy me convierte en vida
y seguiré camino.

Saber de los finales no calma la desdicha
ni hay recuerdo que lata
igual que los presentes.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Segundos detenidos

Los relojes no andan.

Cuando estás a la espera,
cuando ansías que corran en pos de algun mensaje,
de una breve señal,
el tiempo se detiene
cruel e inapelable.

Las manecillas lentas te insultan con segundos
que se van dilatando convirtíendose en horas,
en siglos de silencios,
en miedo,
simplemente,

en el terrible miedo de pensar que has llegado
al borde de otra época
que también,
como todas,

ha llegado a su fin.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Resumen


No existe libertad que no conozca,
ni humillación o miedo

a los que no me haya doblegado.
Por eso sé de amor,

por eso no medito el cuerpo que te doy,

por eso cuido tanto las cosas que te digo.


Luís García Montero

sábado, 13 de noviembre de 2010

Círculos viciosos

Frente a ti, te observa. Es la completa desnudez de sus palabras lo que te dice que quiere, y tú quieres querer, pero es difícil.

Recuerdas que ayer era distinto, que eras tú quien querías, y recuerdas también el otro cuerpo, aquel que hubieras querido que quisiera, que realmente quisiera, como el que ahora se halla desnudo ante tus ojos, pero no quiso. Apenas sabes si al menos quiso querer, como tú quieres, aunque no quieras.

No le miras, y sabes que quiere como siempre has querido que te quieran, y quieres, lo sabes, quieres querer como tú siempre has creído querer en otro tiempo. Pero no puedes quitarte los vendajes porque allí, desnudo, se encuentra ese otro cuerpo que quiere que tú quieras y quererte, que espera que lo mires para hallar en tus ojos que realmente tú quieres, que también, que es cierto, tú quieres querer con toda el alma lo que él quiere que quieras.

Y descubres tus ojos buscando el otro cuerpo, aquel que tú quisiste y que no quiso, buscando al menos la sombra de ese cuerpo en este que te quiere, que quiere que tú quieras, y no quieres. Pero no encuentras nada. Tan sólo la extrema desnudez de un cuerpo que te mira anhelando que quieras, y no logras dejar de querer

que no siga queriendo.



jueves, 11 de noviembre de 2010

Todo en orden

Cuando por fin la casa volvió a buscar su orden, la puerta se cerró como debía, las paredes volvieron a su sitio, y el sofá, silencioso, ahuecó los cojines, borrando así la huella de sus nalgas.

Cuando cesó el crujido de las sillas de mimbre dando fin a su paso y la cisterna terminó de llenarse, las luces se apagaron, y en la pared los cuadros volvieron a colgar como si nunca hubieran estado en otro sitio.

El agua de los grifos dejó de hacerse gotas, el techo se deshizo por no notar su ausencia, y todos los armarios cerraron sin demora sus puertas y cajones, tratando de ocultar los huecos de su ropa.

Cuando toda la casa quedó tal como estaba, se borraron sus pasos perdidos en la alfombra y su olor naufragó por todas las ventanas. Sus pelos se escaparon del lavabo y el ruido de su voz fue expulsado del eco que habitaba en el cielo del ascensor.

Cuando todo regresó a su sitio y el orden recobró su hegemonía, un gris, como de odio, llenó cada rincón de aquella casa, como si desde siempre, su voz, su olor, su cuerpo, su desnudez y, en fin, toda su vida habitara dispersa por todas las esquinas.

Y fue en ese momento cuando supo, que jamás, se libraría de ella.

A thousand kisses deep

Porque nada se ve igual a mil besos de profundidad...